Mensaje de la semana
Lo que recordamos de nuestra infancia
La infancia deja huellas más o menos profundas, algunas que duran
casi toda la vida porque las recordamos con mayor intensidad.
En el mundo antiguo, tanto Platón como Aristóteles, entre otros,
subrayaron este hecho, para luego ofrecer ideas educativas que
ayudarían a evitar malas experiencias y a promover buenos recuerdos.
Un texto de Platón sobre este tema resulta sorprendentemente
actual: “El niño, en efecto, no es capaz de discernir lo que es
alegórico de lo que no lo es, y las impresiones que a esa edad
recibe suelen ser las más difíciles de borrar y las que menos pueden
ser cambiadas” (República 378de).
El texto se refiere a los
relatos y mitos que escuchan niños y jóvenes, pero puede valer a
cualquier experiencia: un buen paseo, una herida al tropezar por la
calle, un insulto de un familiar, una alabanza de los abuelos, una
lectura.
Todo queda, de algún modo, grabado en la mente y el
corazón del niño, hasta el punto de que algunos recuerdos e
impresiones marcan profundamente el desarrollo de la propia
personalidad.
Por eso, los padres y educadores necesitan
recordar el mucho bien que pueden hacer en los niños si actúan desde
ideas sanas y con métodos adecuados.
Para Platón y
Aristóteles, era clave prestar atención al tipo de relatos que se
ofrecía a los niños, porque influyen fuertemente en sus
imaginaciones y sentimientos. Ello tiene una importancia
sorprendente en nuestro mundo lleno de imágenes virtuales, que
pueden generar miedos, obsesiones, o simples errores intelectuales,
en los niños (y, no podemos negarlo, también en los adultos).
Platón propuso, en la misma República, elaborar y ofrecer nuevos
mitos, orientados a presentar con belleza la virtud y a alejar a los
educandos de vicios y engaños que generan desorden interior y falta
de disciplina.
Estas son sus palabras: “Por ese motivo, tal
vez, debe ponerse el máximo cuidado en los primeros relatos que los
niños oyen, de modo que escuchen los mitos más bellos que se hayan
compuesto en vista a la excelencia (virtud)” (República 379e).
El inmenso panorama de novelas, películas, videos cortos y
materiales varios que tenemos a disposición, no respeta los consejos
de los antiguos sobre este punto.
Por eso, resulta necesario
evaluar qué ven y qué leen los niños, en orden a evitar cualquier
imágenes o relatos que generen odios, miedos, desenfreno, avaricia y
otros vicios, para luego promover aquellos que enseñen lo hermoso
que es vivir con una sana disciplina y una actitud orientada hacia
la justicia para con los demás.